miércoles, 1 de enero de 2014

Las fábulas de amor de un viejo marinero - Ramiro Calle

Ramiro Calle es un maestro y escritor de yoga nacido en Madrid, pionero en introducir en España esta disciplina. Ha escrito más de un centenar de libros de diversas temáticas, en su mayoría filosóficas o espirituales, aunque también recopilaciones de cuentos y guías de viajes.


Dejamos un fragmento de su libro Las fábulas de amor de un viejo marinero para la reflexión porque a veces en algunas relaciones se tiende a invadir el espacio de los demás y a dejarse ganar por tendencias de imposición, exigencias o persuasión, por muy sutil que sea la apariencia de éstas últimas.

Eran dos jóvenes que sentían un inmenso y profundo amor respectivamente. Habían decidido vivir juntos, pero tenían miedo que la convivencia pudiera malograr o disminuir su apasionado amor. 
Decidieron vivitar a un hombre muy anciano que tenái fama de sabio. 
-Venerable sabio, nos permitimos molestartle porque nuestro corazon está confuso. Necesitamos la luz de tus consejos. 
El anciano les miró. En su apergaminado rostro resaltaban unos ojos hermosos y comprensivos. Una leve sonrisa destelló en sus labios y asintió con la cabeza. 
- Nos amamos tanto -dijo ella- que queremos vivir juntos, pero tenemos miedo. Nos gustaría pasar toda la vida en compañia del otro, pero sabemos que no siempre es fácil y por eso buscamos tu consejo. 
El anciano se dio cuenta que estaban sumamente prendados el uno del otro. Le conmovió ese enamoramiento que parecía impregnar esos cuerpos tan jóvenes y esbeltos. 
- Yo no hago otra cosa que dedicarme a la meditación - dijo el sabio-, pero quiero ayudaros, claro que sí. ¿Haréis lo que os diga? 
- Por supuesto - dijeron ambos al unísono. 
El anciano dirigiéndose al joven dijo: - Ve a las tierras del norte y allí encontrarás un pico que destaca sobre los otros, morada de formidables halcones. Coge el más poderoso y sin dañarlo, tráemelo. 
Y le dijo a la joven: - Tú, dirígete a las tierras del sur y allí verás un pico que sobresale sobre los demás, morada de hermosas e intrépidas águilas. Coge el mejor ejemplar y sin dañarlo, tráemelo. 
Se entrelazaron en un sentido y amoroso abrazo y cada uno partió en una dirección. Fueron difíciles semanas de separación, pero cada uno de ellos consiguió el mejor ejemplar en su especie. Volvieron hasta el bosque donde vivía el anciano sabio y se lo mostraron. 
- Ahora quiero que atéis por las patas al halcón y al águila. 
Extrañados así lo hicieron, sin entender las intenciones del sabio. - Os pido ahora que observéis con mucha atención y nunca olvidéis lo que veáis. 
El halcón y el águila, atados por las patas, intentaron emprender el vuelo, pero una y otra vez fracasaron en el intento. Después de repetidas e inútiles tentativas, comenzaron a picotearse violentamente entre ellos. - Os dáis cuenta. Nunca dejéis de recordar lo que habéis visto. Sois como un halcón y un águila, pero si os atáis, en lugar de poneros alas de libertad y respetaros el uno al otro, seréis como estos magníficos ejemplares, que sólo no pueden remontar el vuelo, sino que se quieren destruir mutuamente. Para que el amor prevalezca tenéis que amaros mucho, sí, pero sin ningún tipo de exigencias ni de ataduras. Los jóvenes miraron con agradecimiento al anaciano y luego se contemplaron entre sí, pero sabiendo que si querían que su amor perdurase por toda la vida, era neceario "volar juntos, pero no encadenados el uno al otro".





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